La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

martes, 14 de julio de 2015

Desahucio, por YOLANDA MARTINEZ ARANDA


                                              
                                   Pasea la vergüenza y pide el vil metal
que a todos nos condena.
“Soy padre de tres hijos”,
garabatea con la tinta de sus venas.
                            Cada día pasea su silencio y su pena
                            su desesperanza,
                            su incertidumbre,
                            su desesperación.

Las manos que ahora acarician a su can cerbero,
acariciaron la suave piel del deseo,
la comodidad del hogar
y el rostro de sus hijos.
Manos que trabajaron la tierra,
que leyeron poesía,
que jamás mendigaron y
que ahora claman dignidad.

Manos que pasean por las deudas,
por el vértigo del miedo.
Manos que lloran y saltan

desde el filo del desahucio. 

Éxodo, por ALICIA MARÍA EXPÓSITO.


  Dicen que no es posible detener el tiempo, que los minutos se acaban alejando de nosotros irremediablemente. Yo creo además que el tiempo tiene vida y, casi siempre, camina en nuestra contra.
  Apenas hace tres semanas que emprendí mi camino, tres semanas que se me hacen tres siglos enquistados en mi cuerpo y mi esencia para siempre. Sin embargo, basta cerrar los ojos un instante para volver al principio, al origen de lo que ha sido mi vida hasta ahora.
  Mi primer recuerdo de infancia, el rostro de mi abuela, sus dedos dibujando sobre la tierra signos para mí incomprensibles…y una promesa: “cuando sepas el significado de estos símbolos, cuando seas capaz de saber lo que cuentan, poseerás una de los tesoros más grandes del universo”. Días de esfuerzo y noches de insomnio, pensando siempre en lo que yo podría hacer cuando, al fin,  ese misterioso tesoro fuera mío, porque iba a ser mío y solamente mío. Así, mi avaricia infantil me llevó a aprender a leer en apenas dos meses, tras haber preguntado mil veces: “¿ya, abuela, ya? Y contestarme ella otras tantas : “aún no, querida, aún no”.  Al fin llegó el día. El ansiado tesoro estaba en mis manos. Un ejemplar desgastado por el uso de “Las mil y una noches”. Nada pude decir, pero ante mi cara de asombro y desengaño la abuela me dijo: “en los libros se esconde la sabiduría del mundo. Serán tus mejores aliados, si sabes escucharlos. Te enseñarán a pensar por ti misma, a tener tus propias convicciones y a luchar por ellas, aunque todos los demás se empeñen en decir que estás equivocada,  y sobre todo, aprenderás a vivir sin necesidad de otros”. Y así fue. Quizá por eso sigo estando sola y quizá por eso decidí tomar prestada una habitación de la casa familiar  para abrir la única escuela de la aldea. Intenté defender siempre la libertad de pensamiento, la tolerancia, el respeto a los que son diferentes.
   Hasta hace tres semanas….mi mundo tenía sentido.
¿Cuál es el tiempo de vida de un hombre, de una mujer?. ¿Cuánto tiempo tarda un hombre en arrebatar la vida a otro?¿Cuánto tiempo nos lleva apretar el gatillo?.¿un segundo?¿un instante?.Aquellos hombres masacraron mi pueblo, mi escuela, mi familia. Basta un solo instante para cambiar el curso de toda una vida. Nada me queda ya…si no seguir andando. Caminar junto a otros que dejaron su vida en pequeños instantes como el mío.
  Después de tres semanas caminando día y noche, hemos llegado a la frontera. Somos cientos, miles de cuerpos sin voz, cuerpos esperando la compasión, la limosna, la lástima de otros. Nuestro único delito fue nacer a destiempo o sencillamente en el lugar equivocado…o quizá ambas cosas. Pero nadie elige el lugar donde nace. La miseria, el hambre o la guerra no son opciones.
  Si. Aún hay quien dice que el tiempo no puede detenerse. Lo único que yo se, es que la vida entera se nos puede romper en un instante.

 
  

ABSOLEM (Revista electrónica), Núm. 25, 15 de julio de 2015 "Indigencia y emigración ".




SUMARIO



DISEÑO PORTADA, por VENTURA HERNÁNDEZ.



FOTOGRAFÍA:





TEATRO: 

Los primeros emigrantes, por EDUARDO MORENO ALARCÓN.



ARTÍCULOS: 


Matrimonio Arnolfini: el cuadro de las nupcias matrimoniales, por MERCHE HAYDÉE MARÍN TORICES.

Moscas, por CELIA NAVAL NAVAL.




RELATOS: 


El llavero, por LUIS LÓPEZ-QUIÑONES RUIZ.

Caducado, por JULIA GARCÍA NAVARRO.

El hombre que da de comer a los gatos (Ojos de uva o conversaciones con un gato), por DORI HERNÁNDEZ MONTALBÁN.

A mi amigo: el chico de la calle (Cartas que nunca escribí), por ANTONIO MEDINA GUEVARA.

El muerto y Sami el hombre feliz, por ANTONIO MORILLAS JIMÉNEZ.

Éxodo, por ALICIA MARÍA EXPÓSITO.



POEMAS: 


Bendecidos, por PURA FERNÁNDEZ SEGURA.

Cada amanecer, por F. JAVIER FRANCO.

La que habita en las aceras, por JOSE ANTONIO HERNÁNDEZ GARCÍA.

Medidores de indigencia, por PEDRO CASAMAYOR RIVAS.

¿Quien instruye a los desamparados?, por FRANCISCO ARANDA.

El sino del nómada, por GABRIEL MERINO.

Descalzos, por INMA J. FERRERO.

Difícil, por ISABEL REZMO.

Libres, por ISABEL PÉREZ ARANDA.

Supervivientes, por TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO.

Inmigración, por CELIA NAVAL NAVAL.

Desahucio, por YOLANDA MARTINEZ ARANDA

La lata del mendigo, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.

Inmigración, por CELIA NAVAL NAVAL.



De sur a norte y de oriente a occidente,
fuerza y tesón, vigor  y valentía,
juventud e ilusión saltando la alambrada.
Brazos de muchas cruces de largada infinita
traspasando el tiempo y el espacio. Cristos de hoy, crucificados,
alimentados con fe, en la esperanza de nuestra caridad.
Las sonrisas dibujadas con arena.
Puños apretando  cuchillas y cielo
y en los ojos vendados, lágrimas y miedo.
Hambre y hacinamiento, promesas incumplidas
ahogadas en el mar de horizontes y sueños.
Mar lleno de sangre,  sudor  y  lágrimas
de antiguas civilizaciones tan suyas como nuestras, que
hoy  son incapaces de  hacer vivas las bienaventuranzas.
Fauna sin ojos  y de afilados garfios
parapetada en la fortaleza del poder
Ambición incontrolada, obscena,

de tan próximo y macabro final.

A mi amigo: el chico de la calle (Cartas que nunca escribí), por ANTONIO MEDINA GUEVARA.


Amigo:     
Hoy me acuerdo de ti… Otros días también, pero es que hay algunos en que la conciencia no me deja disfrutar de la vida; por eso, y porque no puedo, ni quiero olvidarte, hoy te escribo esta carta.
     Me gustaría saber cómo estás. Si tu vida cambió de las aceras a un hogar; si tus escasas ropas estarán limpias y planchadas, si ahora, que deberías de ser ya un muchacho, tendrás lo que tienen los de aquí a tu edad: una novia a la que contarle tus intimidades y anhelos, una familia con la que sentarte a comer, en definitiva: lo que creo que andabas buscando desde antes de aprender a andar, sin tan siquiera tú saberlo.
     Esta carta debería empezar como todas las cartas: ¿Cómo estás…? Nosotros bien... Bueno, bien pero mal, pero bien. Todo está mal; en el mundo no aprendemos de las lecciones que nos da la vida, pero ya sabes que somos unos privilegiados por el simple hecho de haber nacido en eso que llaman “el mundo desarrollado”.      
     Espero que tus huesos descansen después de buscarte la vida en una cama, o al menos que sea algo donde puedas descansar, que tu estómago este caliente y no por el interminable verano que vives desde que llegaste a la vida, y suerte que en tu vida siempre ha sido verano, en eso eras afortunado. ¿Te imaginas a otros como tú, viviendo en un invierno interminable?
     Por eso te digo que eres, o eras, afortunado. Mejor que no sepas que he visto a niños pisando regalos mientras otros cantaban alrededor de una lumbre, y no precisamente contentos, sino para acompañar al ritmo del temblequeo de sus dientes… Tú al menos no sabes lo que es pasar frío; sabes lo que es una calle en la que siempre sobrabas, sabes lo que es estar siempre corriendo y apartándote de las tiendas porque espantabas a los clientes… Pero al menos no sabes lo que es el frío. Mejor. Mejor que siempre te acompañe el buen tiempo; mejor que tus oídos escuchen músicas callejeras y los gritos de la gente divirtiéndose... ¡Mucho mejor!   
¿Te acuerdas cuando hablábamos tantas veces de que cuando fueras mayor querías venir a España, aunque fuera nadando…? Pues no lo hagas. No lo intentes, que no serás bien recibido. Tengo que decirte que aquí las cosas han cambiado, que ya no vale la pena que sueñes con venir, que es mejor comer mierda en tu país que en otro lejano; que aquí se dedica una cantidad ingente de dinero a salvar a los bancos que a su vez echan sin escrúpulos a la calle a otros niños como tú, cuando les hemos regalado una cantidad de dinero que valdría para quitar el hambre a medio mundo. 
     Antes no entendía lo que pasaba en tu país, pero ahora no entiendo lo que pasa en el mío cuando muchos os echan la culpa de nuestros problemas y se olvidan de otros tiempos cuando salíamos por millones a buscarnos el pan a otros países… Supongo que así es la vida  
     Me he preguntado muchas veces si pudiste salir de aquella inmensa avenida y llegar a una pequeña calle. Una de esas calles tan pequeñas donde todos son familia y amigos…. Quisiera equivocarme, pero creo que no. Cuando volví por ‘tu calle’ pregunté por ti muchas veces hasta olvidar preguntar. Nadie me dio más razón tuya.
     Por eso te escribo hoy esta carta, porque me quemas en la memoria. Nunca entenderé que nacer en un lugar y en una cama diferente nos haga desde el primer día tan diferentes; que empezar a respirar en un lugar, una ciudad, o un continente diferente, hace que nos veamos también diferentes, cuando todos sabemos que nada más es una cuestión del destino o de la suerte.
     En fin... Que espero que no te llegue esta carta, pero por si acaso te llega, quiero que sepas (aunque entonces ya lo sabías) que tendrás la edad de mi hijo, y que daría lo que no tengo por saber que tú, tienes una buena vida.     


     De corazón, espero que estés bien... Y que seas feliz... ¡Amigo!

Supervivientes, por TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO.



Mujeres rosas de oro puro,
verjas de bronce vivo
que guardan un jardín secreto abierto al futuro.
Imbatibles, no manchadas por el tiempo
ni por el dolor de las calles.

Mujeres sin sombra,
solas en el camino.
Resiliencia en el estado más puro
de la materia.

Vienen de lejos.
Casas de portales rotos
y océanos de hambre.

Pase lo que pase: días, cielos o lunas
de crudo invierno,
la luz de su sonrisa es más real y hermosa
que el amanecer en una mañana de abril.






Libres, por ISABEL PÉREZ ARANDA.

Pintura de Isabel Pérez Aranda


Han de arribar más falúas con maltrechos aparejos,
 arropados por sus almas siempre libres.
Libres almas que van y vienen con la máxima ilusión.

Ilusiones desgarradas, derrotadas las miradas,
invariablemente libres.
Miradas de los que llegan de los que no, la nada.
Derrotados moribundos se diluyen en el agua,
eternamente libres.

Libres aguas que rompen barreras
recaudándoles la vida,
vidas suspendidas por la rabia decidida,
 inmortalmente libres.

Libre decisión que juzgamos sin ponernos en su piel,
 piel de mil colores en arriesgada contienda,
 siempre libres.
Libre decisión en hacerse un hueco,

 hueco en el desarraigo, pero libres. 

El muerto y Sami el hombre feliz, por ANTONIO MORILLAS JIMÉNEZ.

El Muerto





"Los muertos que vos matáis gozan de buena salud
(EL MENTIROSO, Corneille, 1643)

Esta mañana he tenido el gusto de saludar a un muerto. Cuando vivía, aparecía por el bar y se tomaba una copita tras otra de anís Chinchón, única bebida alcohólica que, a cualquier hora, admitía su fina figura y su estómago selectivo. En la barra del bar se echaba, simbólicamente, en brazos de la camarera o del 'gerente' y derramaba, en forma de amargas palabras, las lágrimas que su vida le iba provocando. Después se iba a rumiar su triste sino a otro sitio. Su desgracia consistía en que sus hijos y su mujer habían renegado de él por la mala vida que llevaba y le habían echado de casa con lo puesto. Decían las malas lenguas que conocían su mala vida, que muchas veces le vieron llorar, pero no escarmentaba. Un día desapareció del barrio sin dejar rastro.
Aunque yo nunca había cruzado una palabra con él, eché en falta su presencia, y pregunté alguna vez si sabían algo de aquel gitano de la peca. Una de esas veces recibí la fatal noticia: "Se lo han encontrado muerto en un piso que su familia tiene en Villaverde. Pobrecillo.", me dijo T, la enterradora. Y, como reafirmando su respuesta, apostilló: "Le he preguntado a su hermana por él y me dice que vive en Pinto, pero es mentira, a mí me han asegurado que se lo encontraron muerto, y la prueba es que ya no aparece por aquí." Punto. Estaba muerto.
Yo también conocía a la hermana, que se ganaba la vida vendiendo colonias de pega, cuchillos que lo cortan todo, calcetines y calzoncillos de primeras marcas, pero que se deshilachan a la segunda puesta y hasta te producen sarpullidos en la piel, y se lo compramos a sabiendas del fraude, porque queremos contribuir a que su familia coma cada día, y después de la desgracia del hermano, con más motivo. Un día que le compré un perfume para mi mujer, que valía 90 euros, al ridículo precio de 10, y que tiré en el contenedor verde de vidrio más próximo, le pregunté por su hermano, delante de quien le había matado, enterrado y casi oficiado el funeral: “Está muy bien, chico, me contestó. Se ha ido a Pinto y parece que se está enderezando…” No sabes cuánto me alegro, le respondí. Y se fue apresuradamente, sin querer entrar en más detalles.
Cuando desapareció la hermana del finado, T, la enterradora, me volvió a confirmar que había muerto, pero que no quieren admitir que haya muerto abandonado por todos, y, mucho menos, que se hubiese suicidado, tema tabú imposible de aceptar por una familia gitana.
Después de mucho tiempo dándole por muerto, esta mañana he ido a tomar café y le veo en la barra con su copita de anís, el codo en la barra, cruzado de pies, su peca peluda escondida en una tupida barba, el pelo largo... Me dirijo a él, le estrecho la mano y le digo que cuánto tiempo sin verle y que me alegro de saludarle. Me tiende su mano sorprendido: "Es que ahora vivo en Pinto...", me responde poniendo ojos de extrañeza por mi saludo. 
Después de una breve pausa se vuelve a dirigir a mí: "¿Sabe una cosa? Nunca he hablado con usté, pero su saludo me ha llegado aquí...", y se toca el pecho en el lado del corazón. Le digo que siempre se echa en falta a los personajes que forman parte de tu paisaje cotidiano, sin más, y sigo con mi café. "Me ha gustao, sí señor...", dice moviendo la cabeza suavemente, como afirmando. Y ya se embala: "Me he ido a Pinto con mis padres, que esos no te fallan nunca. Tuve problemas con mi mujer y mis hijos aquí y me fui... Y sepa que me sincero con usté porque me ha llegao su saludo, sí señor. Me ha dao usted el mejor desayuno de mi vida porque nunca nadie se ha preocupao por mí, quitando a mis padres, claro, que los tengo preocupaos desde que nací…"
Termino de desayunar, le reitero que me alegro de volverle a ver, y me da las gracias por haberme dado cuenta de que llevaba mucho tiempo sin existir, al menos en nuestro barrio... 

Por el camino voy pensando en lo necesarias que son, casi siempre, las palabras, y en la necesidad que tienen algunas personas de vivir la vida de los demás y de poner gotas de tragedia en la vida diaria. 

SAMI, EL HOMBRE FELIZ


Él es el prototipo de hombre feliz. Para él nada está mal, nadie es malo, siempre busca el lado positivo de las cosas. Está a punto de cumplir los sesenta y tres años, la edad de la pre-jubilación para muchas empresas españolas, y está preocupado.
-       Ahora, dos años paro y luego jubilación, pero yo no sé vivir sin trabajar,     me aburro, y aburrimiento primer paso para muerte, dice en su castellano de andar por casa, lo suficientemente entendible para hacer amigos.
Sami es jardinero y limpia el recinto del centro donde trabajamos. Todo el mundo es su amigo porque, para él, no hay malas personas, sólo personas equivocadas que alguna vez reconocerán su error y volverán a la senda de la bondad.
-  Buenos días. ¿Qué tal, señor Antonio?, me saluda por la mañana.
-  Bien. Ahí vamos, tirando, respondo.
-  ¿Cómo que bien? Más que bien: tiene mujer, tiene hijos, tiene salud, tiene trabajo, tiene amigos… Eso es más que bien, responde alzando la voz hasta hacer que la gente vuelva la cabeza al escuchar la jerga que utiliza dirigiéndose a quien le escucha.
Y sigue su perorata sin dejar intervenir porque no consiente que alguien le diga que la vida le va mal:
- Vida es felicidad. Vive, trabajo, salud, ¿qué más…?
- Bueno, señor Sami…
 No me deja terminar, de nuevo alza la voz:
- No, no, yo no señor, yo no cultura, yo no señor, sólo Sami.
Se vino de Marruecos hace más de treinta años a trabajar a España y desde entonces dice que sólo volvió para asistir al entierro de sus familiares más directos, su padre o su madre, y que no tiene ningún interés en volver una vez que se jubile porque ya no se siente marroquí después de tanto tiempo aquí.
- Tú ya eres español y lo que tienes que hacer es buscarte una novia que te cuide, aunque seguro que alguna novia tienes por ahí, le digo.
- No, yo no amor, yo no dinero y sin dinero, no amor. Yo solo en mi habitación de Madrid, en el barrio de todo putas, maricones y mala gente extranjera que no viene a trabajar, sólo dejarnos mal a honrados…
- Alguna buena mujer te hará un favor de vez en cuando, le interrumpo.
Una sonrisa socarrona le delata, pero lo niega:
- No, mujeres mala cosa, si tú dinero, tú lo que quieras, si no dinero, púdrete, pero no tienen culpa, es su trabajo, yo tampoco aquí trabajo gratis.
Nuestros ratos de charla se producen en las salidas que hacemos a la puerta del trabajo  para satisfacer la necesidad perentoria de fumar.
- No comida, no tabaco, no mujeres, no alcohol.
Durante la fiesta del Ramadán, que él respeta escrupulosamente según nos dice,  nos metemos con él sin ninguna mala intención porque es imposible no ser respetuoso con esta persona:
- Mira, Sami, qué mujer, le decimos cuando pasa por la calle alguna chica de buen ver.
- No, no, no. Yo Ramadán, yo no mujeres, yo no malos pensamientos, no bromas, no comer, responde, escandalizado, alzando una vez más su voz estridente y volviendo la cara hacia otro lado.   
- Y en tu pueblo, ¿no tienes ninguna novia? Allí ahora con la jubilación serías el rey.
- Yo no soy de aquí  ni de allí. Allí dicen: “mira renegado que no viene aquí nunca y se olvidado de nosotros”. Aquí, contrario: “mira este moro de mierda que viene quitarnos pan. ¡Vete tu pueblo!” Por eso, yo, de ningún sitio, no tengo nada, ni habitación que vivo. Pero, todo bien y no me quejo. Vida es felicidad y yo vivo y hablo a usted y a todos, y, cuando me voy de sitios, se hacen fotos conmigo; las tengo en casa, mañana enseño.
Al día siguiente trae un álbum casero hecho con folios y con unas pastas de cartulina, donde ha ido pegando las fotos con diferentes personas, que para él son la prueba irrefutable de su buena conducta, y me va explicando de qué empresa eran y anécdotas de cada uno. 
 Ahora que ha llegado el momento de la jubilación se le nota triste, aunque él lo niega siempre con su espíritu positivo. “Todo bien, qué digo, ¡más que bien!”, pero se le nota más pensativo que antes, no habla tanto, no se hace tanto el encontradizo con nosotros para charlar de cualquier cosa. Algunas veces le hemos tirado de la lengua y le hemos insinuado que a él lo trajo Franco con la guardia mora:
- No, no, no, yo no guardia mora, con esta pinta flaco, no podía. Guardia mora eran otra región, hombres más fuertes y guerreros, yo no. Pero Franco, buena gente, Suárez, buena gente, Felipe, buena gente, Aznar, buena gente, Zapatero, buena gente…. Con todos comida y ahora no me falta pensión. Todos españoles, buena gente.
- Pero alguien habrá malo, Sami.
- Nadie. Alguien equivocado, pero se dará cuenta de equivocado y rectifica. Algunos malos, sí: asesinos, los que roban, pero para eso policía, nosotros, tú, aquél, otro, otro, no somos ellos, por eso yo no en cuenta cuando hablo. Todos, buena gente.
Y así Sami es feliz.
El día anterior a su marcha se le veía nervioso, como si quisiera decir algo y no se atreviese. Por fin, entró en la oficina y se dirigió a mi mesa.
- Señor Antonio…
- Dígame señor Sami.
- No, yo no cultura, yo no señor, yo solo Sami. Quiero pedirle favor.
-Lo que usted quiera, señor Sami, le insistí en el tratamiento y ya lo aceptó con una sonrisa.
- Yo extranjero con mucho tiempo aquí y gustaría hicieran ustedes certificado conducta buena por si mañana necesito…
- Por supuesto, le respondí.
Le pedí el carnet para redactar el certificado y ofrecerlo a la firma a todos los compañeros y me dio un documento de identidad español: Sami era tan español como nosotros aunque él no se sintiera de ningún sitio y pensara que necesitaría en el futuro un certificado de buena conducta, certificado que conservaba de cada trabajo por el que había ido pasando.
Por supuesto, lo firmamos casi todos. ¿Quién que no sea una mala persona puede negarle algo a Sami, uno de los nuestros?






La lata del mendigo, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.



La lata con la que pide el pobre,
está fraguada con el metal infame de la injusticia.

Adelanta sus dientes mellados de aluminio
para morder las exiguas monedas del hambre.

En ella se reflejan los rostros tristes,
vidas desahuciadas 
por la mueca más cínica de la miseria.

Su peso liviano, 
es la paradoja de aquellos que no pueden sostenerse.

Matrimonio Arnolfini: el cuadro de las nupcias matrimoniales, por MERCHE HAYDÉE MARÍN TORICES.






Aunque es vasta y variada la pintura a lo largo de la Historia, yo me detuve en la pintura flamenca del Siglo XV y, concretamente en este cuadro, que, cuanto más lo veo, como jurista, más conclusiones saco de toda la simbología que entraña.
La obra fue realizada en Brujas en el año 1434 por el pintor flamenco Jan Van Eyck. Unos zapatos, unas naranjas, una vela, un espejo, ricos tejidos y muchos más objetos nos encontramos al mirar con detenimiento la obra titulada El matrimonio Arnolfini; las manos de los protagonistas unidas, la de él levantada, el perrito, la imagen del espejo… Vamos por partes.
La pintura representa una escena de interior, cuyos protagonistas son una pareja pero, ¿quiénes son los representados? En 1434 vivían en Brujas dos hermanos de la familia Arnolfini, procedentes de la ciudad italiana de Lucca: Giovanni y Michele Arnolfini. Se ha reconocido al representado como Giovanni, gobernador de Borgoña, comerciante y casado con Giovanna Cenami, hija de un banquero italiano.
Identificados los personajes cabe preguntarse, ¿Qué está ocurriendo en esta estancia? Pues ni más ni menos que un matrimonio morganático, que es aquel que se celebra entre personas de diferentes clases sociales. Además, el matrimonio se celebra en Brujas pero, al ser la novia italiana, no se perfeccionaría como negocio jurídico, no tendría validez, si no se envía a Italia un documento que de fe de que se ha celebrado. Y qué mejor forma de hacerlo que a través de un cuadro.



En esta época la unión de las manos y un juramento eran pruebas de boda, y eso es lo que parece que está celebrando la pareja porque el hombre levanta una mano como para hacer un juramento y ambos aparecen dándose la mano. El esposo coge la mano de la esposa, si la posición económica fuera al revés, es decir, que ella fuese más opulenta que él, la unión de las manos sería al revés, Giovanna sostendría la mano de su marido. Además, cabe aclarar que en el siglo XV no se necesitaba ni sacerdote ni testigos para contraer matrimonio, porque no eran los sacerdotes los que mediaban en el sacramento del matrimonio, sino los esposos, que solían hacer pública su unión acudiendo a misa juntos a la mañana siguiente.
No olvidemos que nos encontramos en una época a caballo entre la edad media y la edad moderna; en este período el hombre ostentaba la moral de la casa y ella, Giovanna, se muestra sumisa, como correspondía entonces al papel de la mujer y con un vientre abultado (más abajo se explica), que es símbolo de futura fecundidad.


A pesar de que no eran necesarios los testigos, en la imagen del cuadro se pueden contemplar dos figuras, una podría ser el pintor y otra su ayudante, así como la firma,  “Johannes de Eyck fuit hic” no solo atestigua la presencia del autor en el acontecimiento sino que, además está escrito con caligrafía gótica (en vez de latina) que se usaba para documentos legales, lo que tiene que ver con que el matrimonio para ellos no es sólo un contrato sagrado con Dios, además tiene un carácter de contrato legal, terreno. Tenemos que decir que Jan Van Eyck fue precursor de firmar sus obras para demostrar así su autoría, pero en este caso, al ser un encargo del señor Arnolfini, la firma cobra el sentido de testifical en un acto jurídico como es el matrimonio.
 Los colores predominantes son también claramente simbólicos: mientras el verde alude a la fertilidad, el rojo lo hace a la pasión.

Casi todos los demás objetos también podrían tener un sentido simbólico. La vela encendida, por ejemplo, simbolizaría a Cristo que es aquí testigo inmaterial del compromiso y por lo que ya no sería necesaria la presencia de nadie más si él está. Por ello el resto de la lámpara no tiene ninguna vela y, si las tuviera, estarían apagadas.




El espejo y las cuentas del rosario de cristal de roca, situado al lado del primero, hacen alusión a la pureza de la Virgen y por extensión, a la mujer aquí representada. También el rosario simboliza un regalo común del esposo a su amada. El rosario de los Arnolfini es de cristal, signo de la pureza y virtud de la novia, pero también de la pureza del sacramento del matrimonio.



La figura de madera ubicada en la parte alta del respaldo de la silla colocada al fondo, representa a Santa Margarita luchando contra el dragón, que es la patrona de las parturientas. En realidad aquí, no significa que la mujer representada esté embarazada, como ya se ha explicado.



El perro del primer plano simboliza la fidelidad de los esposos.


Los dos pares de zuecos nos indican que la pareja está descalza y esto hace referencia a que el suelo sobre el que se está celebrando la ceremonia es sagrado, una alusión al Antiguo Testamento cuando Dios habló a Moisés: “No te acerques, quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es lugar sagrado”. Aunque la visión y la pasión religiosa de la época eran enormes, enfocando el hecho de que los novios están descalzos, todos los factores elaboran la idea de reverencia al pisar la Tierra Sagrada. También desde la Edad media se tenía la creencia de que pisar con los pies desnudos aseguraba fertilidad. Con relación a los zuecos notamos que los de la novia están cerca a la cama indicando su espacio íntimo e interior, mientras que los de Giovanni se encuentran más alejados, señal de que es el encargado del sustento y el trabajo en el exterior.





Por último, cabe destacar las ricas telas de la pareja adornadas con piel de armiño y las naranjas situadas bajo la ventana, que hacen referencia a la riqueza e importancia comercial de la ciudad de Brujas y que evidencian que los representados son personas adineradas. En esa época la naranja era un producto de lujo pues se importaba del sur y sólo podían consumirlo en el norte aquellas familias, personas, con gran poder adquisitivo.




En la Edad Media, a pesar de la preponderancia de la Iglesia sobre todo el conjunto de la sociedad, todavía no se acostumbraba a casarse delante de un cura. Se hacían ceremonias privadas. Estamos ante un matrimonio internacional, él es de Flandes, ella, italiana. Por tanto era necesario enviar a la familia de la novia una prueba de que se había celebrado, ya que, como hemos dicho, a veces, ni eran necesarios los testigos. Este impresionante cuadro, lleno de símbolos es prueba de ello. Cada una de estas representaciones, que hemos analizado exhaustivamente, son, en sí mismas, un argumento de la riqueza de Giovanni Arnolfini, de la opulencia de su casta, a pesar de provenir Giovanna de una familia acaudalada; ésta, a su vez, se muestra sumisa, como muestra de fidelidad y de obediencia y falsamente embarazada, en un gesto pícaro de la noche nupcial y también como garantía de su fertilidad. A ello ayuda la imagen de Santa Margarita. No olvidemos que, en esta época era frecuente el analfabetismo, incluso en la nobleza, en el ámbito de los comerciantes, que, en su mayoría no sabía leer ni escribir; por ello, el matrimonio Arnolfini se vale de la destreza y maestría de Jan Van Eyck para construir un documento que tenga validez jurídica.
Así era el derecho internacional matrimonial en la Edad Media-Edad Moderna, hasta el concilio de Trento.
Hoy día todo es más fácil, pero menos original. En la actualidad son numerosas las leyes matrimoniales entre personas de distintas religiones, culturas y naciones, tanto en el matrimonio laico como en el eclesiástico.
Giovanna Cenami procedía de una acaudalada familia italiana que vivía en París. Su matrimonio se había concertado con sumo cuidado, pero por desgracia no resultó como se esperaba: no tuvieron hijos y, años después, Arnolfini fue llevado a los tribunales por una amante despechada que buscaba compensación.
A todos nos gustan los finales felices, pero cuando no se puede… pues no se puede. Y a la amante de Arnolfini más le hubiera valido nacer en nuestro siglo XXI, donde las pruebas de ADN se hacen a diario.
Aún así, no deja de ser mágico desencriptar un cuadro y reconocer en él un contrato jurídico: el matrimonio.