La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 14 de marzo de 2016

Dos poemas sobre la permanencia del árbol, por GABRIEL MERINO.



Árbol en enero
“Éste es el árbol de los libres.
El árbol tierra, el árbol nube,
el árbol pan, el árbol flecha,
el árbol puño, el árbol fuego.
Lo ahoga el agua tormentosa                                                                                                                de nuestra época nocturna …”
(Pablo Neruda)


Pareces seco, árbol de enero,
pero conoces que lo único fiel es tu ciclo
que sobrevive a la muerte ajena, al bombardero,
a la poda feroz y a la ley del hemiciclo.

Anciano estático, grave, sarmentoso
con la dignidad de un testaferro
que guarda un legado, silente y victorioso
que, al fin, verás pasar ante tu puerta el entierro.

Y pasan tiempos de crisis, de bonanza.
Tiempos de pena y de alegría.
Tiempo florecido y de matanza
mientras tu tiempo pausado aguarda el día
en que brote de nuevo la confianza.


Rip van Winkle (Preludio a la siesta bajo una secoya)

Ha atardecido. Murmura el arroyo
y, en tiempos convulsos, el bosque
emana paz. Las historias que se leen
en las hojas de los árboles son
bien diferentes de los dizques
y la maledicencia que se respira
en el poblado puritano
de la colonia.

Van Winkle se tumba pero
la historia no se detiene,
los relojes avanzan
y el sueño se impone.
Las ramas de la secoya le arropan
como si fueran un tejado holandés.
Y pasa la vida.

Al despertar, ocurre que ya
no rige el rey Jorge,
el perro ha muerto,
las aves han machucado, empollado
y abandonado el nido y
aquel hijo que llevaba su nombre y apellido
le ha sobrepasado en edad.


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