La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 14 de marzo de 2016

La Memoria es un árbol, por CRISTÓBAL CARPIO GONZALEZ.



Para mis hermanos Ignacio, Paco, y Miguel Ángel, con todo

mi cariño. 

    El árbol es un objeto de la naturaleza que tiene muchas significaciones y así podemos ver su manifestación  en el  Árbol del Bien y del Mal del que comieron nuestros primeros Padres, según refiere  la tradición Bíblica, o  volver un poco a nuestra infancia y acordarnos de aquellas matemáticas arborescentes pero comprensibles o de aquella gramática con arbolitos dichosa y endiablada que tuvimos que  aprender todos los chicos de mi generación,  a los que nos tocó la ley de EGB de Villar Palasí. También podríamos traer a la memoria el árbol en el que siendo adolescentes hicimos vida los versos de Pedro Salinas y vivimos en los pronombres, es decir, vivimos sojuzgados bajo el gozoso dominio del  Amor.

    Pero también podríamos recordar una película con vocación claramente minoritaria , como le gustaba al maestro de Moguer, Juan Ramón Jiménez, cuya consigna era  A la inmensa minoría, pero no nos salgamos de este asunto, el filme se titula El árbol de la vida, de Terrence Malick, un cineasta norteamericano que estudió Filosofía y que hizo su tesis sobre el  pensador filonazi Martin  Heidegger.  Esta película está  hecha para pintores, escritores y personas que se dedican a la especulación o a la filosofía pero también la puede disfrutar una persona inteligente y con sensibilidad. Hay  escenas de la película esplendorosas, como  cuando el padre autoritario y poco comprensivo se ve jugando con sus hijos entre los árboles y la película contiene reflexiones en off que nos hacen pensar un poco en el sentido de nuestras vidas, cuando una en voz dice así:
Si no amamos durante nuestra vida, ésta habrá pasado como un destello . Es decir, que si pasamos por la vida sin saber amar, estamos perdiendo un poco el significado y la dimensión trágica y temporal de ésta.

   Asimismo las palabras y consigo la literatura son un vasto árbol con muchas ramificaciones, y entonces uno se acuerda de libros con palabras sinónimas a árbol y así surgen casi de manera inconsciente La arboleda perdida de Rafael Alberti o la novela en prosa lírica, Jardín, de la poeta cubana, Dulce María Loynaz. Ahora recuerdo un árbol muy literario, que es el Ciprés de Silos, que está en el patio del Claustro de la misma población burgalesa. No solamente Gerardo Diego compuso ese hermoso soneto al Ciprés de Silos porque después esa tradición  ha seguido con el mismo entusiasmo que con la que la comenzó el poeta santanderino, perteneciente a la Generación del 27 o a la Edad de Plata de nuestra literatura.
    
Termino estas concisas divagaciones, con el ofrecimiento de un poema para todos los amigos de esta revista:

El viaje definitivo

… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
Cantando;
Y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
Y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
Y tocarán , como esta tarde están tocando,
Las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
Y el pueblo se hará nuevo cada año,
Y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
Mi espíritu  errará,  nostálgico…
Y yo me iré ; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
Verde, sin pozo blanco,
Sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

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