La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

sábado, 14 de mayo de 2016

La reina mora cristiana, Isabel de Solís, por MERCHE HAYDÉE MARÍN TORICES.



لا رينا مورا كريستيان، إيزابيل دي سوليس
“Isabel de Solís-Muley Hacen, un amor que pudo con un reino”

Todo lo que hoy voy a contar puede ser mentira.

 Así es.

Isabel de Solís, última esposa del Sultán de Granada Muley Hacen, es una de esas mujeres de la historia de España que aparecen y desaparecen como una sombra difusa. Prácticamente no existen datos de ella que nos lleven a contar una historia verdadera, pero los pocos que tenemos, ni tan siquiera se sabe donde reposan sus restos, ni cómo murió, podemos novelarlos, contarlos y dejar que nuestro pensamiento vuele hasta ese final del Reino Nazarí. Hasta los perfumados jardines de la Alhambra; hasta las puestas de sol más bellas del mundo; hasta la arquitectura más sublime y exquisita de cada estancia del Palacio de la Alhambra, en especial la torre de la Cautiva.

De lo que no cabe duda es que esta beldad existió y que protagonizó una de las historias de amor más hermosas y dramáticas de nuestra historia. ¿Vamos a ello?

Isabel de Solís era hija única del Comendador- Alcalde de la localidad jienense de Martos. Cuando contaba con tres años de edad una enfermedad la postró en cama y ningún médico encontraba remedio: la niña se moría. Su padre, noble y desesperado, mandó llamar a una “mora” de nombre Arlaja, famosa por sus ungüentos, conocimiento de las hierbas y encantamientos. Arlaja subió a Sierra Nevada y regresó con montones de hierbas, raíces y bayas, que hizo tomar a la pequeña Isabel. No se separó durante semanas de su lecho, mientras oraba o quien sabe que reniegos y disparates lanzaba entre cánticos. La cosa es que Isabel se curó y ya no quiso separarse de su improvisada nodriza que se convirtió en la dueña y señora del predio de los Solís.

Isabel creció en edad y en belleza. Y su ama, desde que era una niña, le contaba tales historias sobre la hermosura de su Granada, la fineza de su paisaje, los placeres y manjares que recordaba de cuando vivió allí, los frutos en flor siempre, la nieve eterna en la cumbre, las aguas cristalinas como el oro, el vergel de su Vega, ¡hasta el aire mismo parece que convida a amar!, le repetía Arlaja, que la joven Isabel, a pesar de estar prometida con el gallardo galán Venegas, decidió huir con su nana en busca de aquel paraíso soñado que era Granada.

Grande fue el abatimiento y el dolor del Comendador, su padre, cuando supo que su hija había sido apresada por los “moros”, al tratar de cruzar los montes de Aguilar de la Frontera, que separaban de Granada. De Arlaja nunca más se supo.

Isabel de Solís fue tomada como prisionera y trasladada al recinto palaciego de la Alhambra, donde permaneció años, lugar que hoy conocemos como la Torre de la Cautiva. Es uno de los recintos más bonitos de la Alhambra. No se diferencia exteriormente del resto pero el interior destaca por su decoración. Es una Torre-Palacio, o Qalahurra, que, junto con el Salón de Comares, atesora el más complejo programa decorativo de la Alhambra. En el ángulo izquierdo de la misma se encuentra inscrito un poema que nos revela la clave para entenderla y que aquí transcribo:
“Esta obra ha venido a engalanar la Alhambra;
es morada para los pacíficos y los guerreros;
Calahorra que contiene un palacio.
¡Di que es una fortaleza y a la cual el esplendor está repartido
entre su techo, su suelo y sus cuatro paredes;
en el estuco y en los azulejos hay maravillas,
pero las labradas de maderas de sus techos son aún más extraordinarias…”
 (traducción de María Jesús Rubiera).

Así comenzó la nueva vida de nuestra hermosa Isabel, abandonada por su tata, a la que adoraba, lejos de su ciudad y de su familia. Aterrada porque no sabía que iba a ser de ella, rezaba en su religión católica y se entregaba con resignación a su destino.
En aquella época reinaba el Sultán Muley Hacen y de todo su harén su favorita y reina hasta ese momento, era Aisha, madre de Boabdil, el último Rey Nazarí de Granada.
Cuando Muley Hacen tuvo noticia del cautiverio de Isabel y habiendo escuchado de su inusitada belleza, no pudo menos que ir a conocer a la cristiana.
Cuando cruzó el umbral de la palaciega estancia, Isabel se levantó y, estando frente a frente, algo ocurrió, se miraron y se prendaron el uno del otro. Fue así como nuestra Isabel se convirtió al Islam, pasó a llamarse Zoraida (lucero del alba) y hasta la muerte de Muley Hacen, con quien tuvo dos hijos, floreció a su tristeza como la favorita del Sultán y única Reina de Granada. Se trasladaron a vivir al Palacio de Comares, no sin que antes la perfecta Zoraida fuera blanco de las iras de Aisha y se le propinara una brutal paliza en el harén, siendo desde entonces murmurada como “La Romía” (la cristiana infiel). 
Pero el amor entre ellos era tan grande que Muley Hacen ya no tenía ojos más que para Zoraida, la apartó del gineceo de la Alhambra y la llenó de regalos, haciendo llamar a sastres, plateros y sederos para que hicieran joyas y ropas a aquella mujer, como ninguna otra Reina de Granada hubiese tenido. Fue así como Zoraida se convirtió en la Reina por excelencia del Reino Nazarí.
Esto provocó de nuevo la ira de Aisha, pero no hay mayor protección que el amor que le profesaba a Zoraida el Sultán y nada era suficiente para colmar a su amada de los más ricos placeres.
Perfumes, música y poemas al borde de las aguas y los arrayanes; joyas, ricos manjares y, sobre todo su amor, el deleite que Muley Hacen encontraba en la compañía de su amada, su inteligente y preciosa Soraya.
Pero el Rey envejecía, se sentía cansado y enfermo, sobre todo por las disputas con el Reino de Castilla y porque veía el fin del Reino Nazarí y una noche cuajada de estrellas, paseando de la mano con su gentil esposa le pidió, casi en llanto, que no lo dejara solo hasta el momento de su muerte, que lo amara hasta el final, que abandonaran la Alhambra y se fueran al Palacio de Mondéjar y que sus restos reposaran en Sierra Nevada, sepultados en la nieve lechosa que daba la luz a los atardeceres de Granada. Así fue como lo hizo Zoraida y hoy yace el viejo Sultán a los pies del Mulhacén, que lleva su nombre.
Pero la cautiva, conversa, reina después, se quedó sola con sus dos hijos y cuando vio partir a Aisha, Boabdil y su esposa Morayma, también ella decidió salvar su vida. Miró con mucha tristeza, más de la que tuvo cuando se fue de Martos, los paisajes que se divisaban desde Mondéjar, el Valle de Lecrín, se cambió el nombre, pasó a ser bautizada como Isabel de Solís (que es el nombre por el que la conocemos, aunque el verdadero, así como su origen, nadie lo sabe) y, más por sus hijos que por ella, huyó de nuevo a Castilla, donde nunca dejó de levantar intrigas entre cristianos y musulmanes, pues a pesar de su reconversión, seguiría viviendo hasta su muerte en tierra de nadie, para los cristianos era una falsa conversa; para los musulmanes una traidora, añorando con nostalgia su reinado en Granada y el amor de su esposo.
Nadie sabe donde murió, ni qué fue de su vida, pero sigue siendo una de las mujeres más enigmáticas e influyentes en la historia de Granada. Isabel de Solís, Zoraida, el lucero del alba, liberó cristianos cautivos en la Alhambra, pues Muley Hacen sucumbía siempre a sus ojos de ángel, a sus amorosas súplicas.

Hoy, en una tienda de la Calle San Antón se puede comprar el perfume “Morayma”, un bouquet de gardenia, narciso, magnolia, guayaba verde y pomelo dorado. Pero Granada todavía no tiene el perfume de su última Reina Nazarí, la valiente y entregada Isabel de Solís, la que opuso resistencia a la enojada Aisha, la que, por amor, abrazó otra religión, la que lloró por Granada más que Boabdil. “Zoraida” sería el perfume del olor de las lágrimas por amor que huelen a jazmines; de los abrazos y arrullos con su amado que huelen a galán de noche y a bergamota; de su mirada siempre nostálgica, abrazada por laudes, que huele a azahar… 

1 comentario:

  1. Qué excelente,ameno y lírico artículo sobre esta mítica mujer. La documentación y el tono del relato son soberbios, sobre todo cuando la autora ha indagado no sólo en en esa sempiterna mujer a la sombra de un hombre de poder, sino entorno a la figura humana de una de tantas personalidades femeninas que han configurado la trama de nuestra historia, que merecieron mayor fortuna y acabaron pasando por ella como un vaporoso suspiro. Al leer este artículo pienso que Zoraida perfumó con sus ojos los mirtos y rosales de la Alhambra, que cuajó el verde lima y el ámbar amarillo de los frescos limoneros del Valle de Lecrín...
    Desconocía que la cautiva de la Torre fuese ella, desconocía la historia de la "romía", esa conversa que abraza una fe, negando la suya por amor a un hombre...Por cierto, bien hermosa y de cualidades harto especiales debió de ser para que todo un sultán renunciara a los encantos de su harem para llegar a singularizar su amor en una sóla y exclusiva mujer, a la que encomendó el destino de sus restos cuando se sintió anciano.
    y triste y muy silenciado destino en tierras de Castilla para tan grande personaje. La Historia a veces tiene flecos que la empobrecen.Suerte es que en las leyendas y en los perfumes quede sitio para hacer justicia a personajes tan apasionantes como Isabel de Solís-Zoraida... A ver si algún perfumista se anima a secundar la propuesta de la autora.

    Excelente artículo, ameno, poético, didáctico, legendario y a su vez histórico. Gracias a su autora, es una suerte poder leerlo, disfrutarlo y aprender cosas que no sabía de mi ciudad de Granada y también otras, como la etimología del nombre del monte Mulhacén, que sabía de oídas, pero no tan bien contada. Enhorabuena. Y enhorabuena a todos por vuestra magnífica revista.

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