La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

martes, 15 de mayo de 2018

NUNCA SUPO EL SECRETO, por Marian Orruño Touzón.



Nunca supo el secreto; eso creyeron...
Lo descubrió a través de los años, no fue pronto ni tarde, fue...  
Ver a su madre y su insaciable coquetería, su afán por gustar a los hombres, le gustaban tanto como a él el regaliz de palo o aquellos pirulís de caramelo envueltos en barquillo.
Se dice a los niños bobaliconamente y le decían: "cómo te pareces a tu padre" mientras su madre al escucharlo sonreía complacida sintiéndose fuera de toda duda, cada afirmación la liberaba y él la observaba analizando su sonrisa...
Constantemente miraba su imagen en el espejo del baño, el lugar idóneo, secreto, sin interrupción alguna devolviéndole éste un rostro diferente al de su padre. Los rostros se heredan, si bien, no absolutamente siempre, pero tan opuestos. Nariz aguileña su padre, ojos huevones, labio fino, sus mejillas caían como las de un bulldog, nada con él.
Fumaba en pipa y leía novelas del Oeste, no tenía más vicios. A su pipa la llamaba cachimba, tenía varias. Echaba humo por boca y nariz igual a la chimenea de Altos Hornos.
Aún recordaba aquel olor, suave, dulzón del tabaco de su pipa, su tono beige como el mueble de la entrada. Sin embargo, con todo eso, su cachimba echando humo, su buen vestir, tan alto y esbelto, era antipático, desagradable, sin gesto amable, sin palabra alguna durante casi todo el año hasta llegar las vacaciones e ir al caserío de la tía Ramona. Y entonces, sin la presencia de su madre, su padre se transformaba en otro hombre, subían a la sierra y escalaban el pico  Marina, nadaban en el río, en verano, aún, helado. Hablaban, hablaban de cualquier cosa, como si de pronto, él, su hijo, existiese, su padre le dirigía la palabra...  
Fue deductivo, no le quedó otro remedio, algo había entre su padre y su madre, algo inconfesable y él jugaba en ello un papel importante.
Si se hubiese casado su padre con la tía Ramona, ahora sería su hijo, el hijo de la tía Ramona y no de su madre y lo más importante, no existiría aquel malestar bloqueando a su padre con él.
La tía Ramona, le gustaba la tía Ramona hija de un hermano de su abuelo, por tanto prima carnal de su  padre. Fue el mayorazgo el que la concedió la propiedad de aquella inmensa finca, disfrutándola, también, su familia, los veranos. Si se hubiese casado su padre con ella serian propietarios de aquella tierra, pero cada uno se casó por su cuenta y riesgo, la tía Ramona con un criado que ayudaba con el ganado y las faenas del campo desposeído de tierras, expulsado de su caserío por su hermano mayor. Un hombre, su nuevo tío, pequeño y feo, muy trabajador, sin embargo, no es un atenuante, seguiría siendo feo aún trabajador, trabajador y feo al mismo tiempo. Su pelo tan negro tenía visos azules, al igual que la barba de Barba Azul los tenía, más joven que ella, dieciocho años mayor la tía Ramona, un escándalo fue aquella boda, él lo supo hacer, la dejó embaraza y ella se dejó, él tenía veinte, y ella treinta y ocho, se estaba quedando soltera; a éste no quiero porque no tiene fortuna y el otro con más fortuna aspiraba a otra más refinada de la capital de aquella provincia.
No se apreciaba entre ellos la diferencia de edad, él era tan feo, tan vasto que aparentaba muchos más años y ella, tan alta, tan bella, tan jaca enjaezada, con aquellos andares cuando subía a la pequeña huerta de diario a coger la lechuga o la berza o cualquier otra verdura que comeríamos a mediodía.
Hubiese sido una boda consanguínea de haberse casado con su padre, y qué, tenía un compañero de colegio, sus padres eran primos carnales y no pasó nada.
El conflicto siempre presente entre su padre y madre; su madre tan casquivana, tan hermosa, tan divertida, tan...
Tenía un gran trabajo por hacer, difícil, complicado para alguien que no deseaba, al fin, conocer la verdad... Sería una especie de inquisidor, tendría que reconocer y volver a hacerlo y comparar su parecido con los amigos de su padre , con los socios del club al que fueron todos los días de su vida, se estaban haciendo viejos los socios, pasaron tantos años. Debía apresurarse, no es fácil hacer comparaciones de rostros cuando a estos los ha deteriorado la implacable vejez, esperó demasiado tiempo...

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